EL HERRERO[1]

Fabián Corral B.

 

El herrero, artesano de los pueblos andinos, hombre que, sin vivir en la hacienda, es indispensable para ella, porque de él depende la cabalgadura. Sin caballo herrado, imposible aventurarse por los caminos rurales, o por esos senderos pedregosos que bordean las lomas y se descuelgan por las quebradas.

 

El caballo herrado tiene tras de sí al herrero, y en él, a la historia de una labor con distantes raíces, que exige gran habilidad para trabajar el metal y paciente disposición para manejar a las acémilas. No es tarea simple hacer herrajes de la chatarra, ni obtener clavos hechizos[2] de los retazos de hierro. No es fácil herrar mulares jóvenes o potros ariscos. Hay que tener vocación para cultivar la vieja tradición de la herrería.

 

La crónica de la Audiencia de Quito cuenta que en las ciudades de entonces, los artesanos infaltables eran los talabarteros, que hacían sillas de montar, y los herreros que fabricaban estribos, espuelas, frenos y, por supuesto, herrajes.

 

En su taller modesto, entre la fragua, yunque, el pujavante[3] y los caballos, el herrero persevera en el oficio. Es, ahora, una especie de símbolo de la sociedad rural, del pueblo antiguo; es un testimonio de las costumbres que van perdiéndose.

 

La herrería anuncia su presencia desde lejos con golpes de yunque y ruido de metales. Con frecuencia, hay caballos atados a su postigo, hay chagras y chalanes sentados en el porón esperando al herrero, porque la cabalgadura perdió un herraje o, lo que es peor, se despeó[4] en el camino.

 

El auxiliar del herrero usualmente es el mismo dueño del caballo, o el chalán que lo conduce. El colabora en la tarea de herrar, pone el peal[5], levanta las patas, alcanza las herramientas. Y mientras eso ocurre, nace la sabrosa charla, corre el chisme, se transmite la noticia y prospera la chanza.

 

Herrar es tarea delicada. Hay que saber despalmar, limar el casco, clavar los herrajes con exactitud y precaución. Hay que conocer las mañas de mulas y caballos jóvenes y los métodos para someterlos. Para ello, el herrero suele usar la palabra melosa, la palmada tranquilizadora, el dicho chacarero. Pero conoce también de los recursos drásticos, sabe del eficaz rigor del moquillo[6] y de la firmeza del peal.

 

La hacienda y los chagras son los clientes del herrero. Es un personaje del pueblo vinculado a las haciendas y a los caballistas rurales. Es un artesano que hace posible la equitación campera, el rodeo y la cabalgata, porque caballos y mulares deben ir herrados. Es grave infracción a las reglas de la chacarería montarlos sin herrar y, peor, despeados. Semejantes omisiones conspiran contra el prestigio del caballista y contra la fama de cualquier hacienda.

 

Los herreros, además, son artesanos de otras cosas. Los más viejos y experimentados hacen frenos de palanca, espuelas, rejas para los arados, herramientas rústicas; remiendan palas, componen azadones, inventan repuestos. Son una especie de imagineros rurales que dan vida a las varillas, trabajando en la magia de la fragua, de donde sacan el hierro incandescente que adquiere forma en la dureza del yunque.

 

Al taller de la herrería le dan profundidad y sombra sus paredes tiznadas, sobre las que contrasta la luminosidad de la fragua, que crece cuando sopla el fuelle de cuero.

 

La herrería está atestada de herramientas, de retazos de metal, de piezas de encargo, de bancos de trabajo; pero el yunque es el elemento central, allí se trabaja el hierro, de allí salen espuelas y herrajes, herramientas y rejas. Fuera, en el patio, la calma del campo, su paz, reemplaza al ruido del taller. Allí esperan pacientes las bestias. Allí se realiza la labor de herrar.

 

Pero la herrería es también posada. Los domingos, cuando la gente baja de los cerros a la feria del pueblo, el patio se atesta de caballos ensillados, de mulares de encargo, de burros que esperan enjalmados[7] que el amo retorne hacia la tarde, para emprender el retorno a la querencia.

 

Por eso, y por lo indispensable de su oficio, el prestigio del herrero trasciende y destaca en la modesta comunidad rural. Por eso, casi siempre, el herrero es personaje que merece el respetuoso trato de "don".

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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[1] Tomado de “La Hacienda”. Corral Fabián, E. Serrano...Imp. Mariscal, Quito 1996.

 

[2] Clavos hechizos.- Fabricados por el herrero, artesanales.

 

[3] Herramienta del herrero que se emplea para arreglar la palma de la pata del caballo. Especie de cuchillo acanalado con mango de madera.

 

[4] Despear, despeado.- Dícese de la cabalgadura que ha estropeado uno de sus cascos, hasta cojear. Desgaste del caso por falta de herraje.

 

[5] Peal, pealar: atar una de las patas del caballo obligándole a que la levante, para evitar que cocee. El un extremo del peal se ata al cuello del caballo. Antiguamente, la soga del peal era únicamente de cerda, para evitar que corte la piel del animal.

 

[6] Moquillo.- Herramienta que sirve para sometar a la cabalgadura

 

[7] * Enjalmado. Animal que lleva enjalma o albarda, esto es, apero para colocar la carga.